jueves, 19 de noviembre de 2009

EL MARIDO PERFECTO




He oído decir muchas veces

-¡Caramba, qué falta hace un hombre en la casa!-

Y, por supuesto, no se trata de tener el espécimen para que cumpla con las funciones que su virilidad y la testosterona le imponen, sino que además de eso (o a pesar de ello), resuelve los pequeños problemas domésticos que las féminas no podemos resolver, o no los resolvemos por comodidad o, simplemente, por obedecer la conseja de que “no son oficios de mujeres”. En fin, tenemos en casa a quien “resuelve todo” (Jaja). Así:

1º-Hay que cambiar una bombilla fundida. El marido perfecto pregunta a la esposa inútil:


-¿Mi amor, dónde pusiste la escalera? ¿Me la puedes acercar?


La esposa inútil localiza la escalera que está, por supuesto, en su lugar de costumbre y, como Dios le da a entender, la arrastra hasta donde espera el marido perfecto. Éste con toda parcimonia sube y desde arriba, pregunta con voz levemente alterada:


-¿Y dónde está la bombilla nueva?-


La esposa inútil agarra el artículo de la mesita ubicada justo al lado de donde estuvo el marido perfecto. Éste cambia la bombilla y le dice a la esposa:


-Pasa el interruptor


Ella lo hace, pero la luz no enciende. Él revisa con más detenimiento y descubre que hay un cable suelto. Le dice a ella:


-Búscame el tape para unir el cable a su sitio. Y también me traes unas tijeras.-


Ella atiende con presteza su solicitud. Finalmente el trabajo queda hecho. El marido se baja y desaparece rápidamente tras la puerta de la habitación. En medio del salón quedaron la escalera, las tijeras y los pedazos de tape viejos que el marido perfecto lanzó al suelo y la bombilla nueva que no fue necesario utilizar. En cinco minutos, todo volvió a estar en orden.


2º Hay que cambiar de lugar una repisa ubicada a cierta altura en la pared. El marido perfecto dice que él lo hará en un santiamén. Se repite el episodio de la escalera. Cuando está arriba, le pide a la esposa inútil:


-Tráeme un destornillador.


En minuto y medio ella le entrega el destornillador. Él le grita:


-¡Ese no, idiota! ¡UN DESTORNILLADOR DE ES-TRÍ-AS!


En menos de un minuto la esposa inútil pone en manos del marido perfecto la herramienta requerida. Él quita la repisa de su lugar, la deja caer en las manos de ella, se baja, rueda la escalera hasta el nuevo sitio y sube. Ella, con los brazos en alto, sostiene la repisa (que limpió mientras el marido cambiaba de sitio). Él dice:


-Quédate así, pero un poquito más hacia acá, para ver exactamente dónde la colocaré ¡No bajes los brazos!


Ella empieza a sentir el peso de la repisa y el malestar de sus brazos se acrecienta por segundos. Baja la cabeza, la sube, levanta un pie, lo baja, tratando alejar la inconfortabilidad.


–Necesito un ramplús-


dice él. Ella baja, aliviada los brazos, deja la repisa en el suelo, busca el taladro eléctrico, un sobrecito con ramplús y se lo entrega al marido.


-.Y el ta…?


Ella le entrega el artefacto antes de que él pueda terminar la frase.


–Búscame un pedacito de cartón para hacer una cuñita…


Ella lo trae.


–Dame un vaso de agua-


Cuando ella llega con el agua, él dice:


-No, mejor prepárame una limonada ¡Bien fría! ¡Y sin edulcorante!


No es de extrañar que ella en lugar de edulcorante haya puesto…


¿QUÉ?


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La respuesta la daré en al sección de comentarios...
Relato: derechos reservados alpara
La imagen no es del todo apropiada, pero fue la única que encontré más parecida a la situación que se describe.
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