viernes, 6 de julio de 2007

PASAJEROS DEL TIEMPO


Es el título de la última novela de la escritora venezolana Ilis ALFONZO. Fue impresa a finales del pasado año por Public Express, C. A., bajo la responsabilidad editorial de Rayuela, Taller de Ediciones, C. A. El diseño y diagramación de la obra corrrespondió a la empresa Bimedia 21, Diseño Editorial, y el de la cubierta es original de Víctor Hugo IRAZÁBAL. Empresas y personas residentes en Caracas, Venezuela. La autora ha escrito, además de varios trabajos de investigación literaria y libros de texto, las novelas Del color de la noche. Memoria de Quintín Contreras, y Al aire de tu vuelo, ambas aparecidas en 1998.

Está dedicada la obra, en primer lugar, "A Linda, compañera de siempre, por su consecuente afecto e incondicional apoyo". Luego, "A Ernesto, por esos retazos de sus recuerdos cuyos ecos se dejan sentir en algunas páginas de este libro". Y finalmente, "A Tito y Tato, por sus inolvidables preguntas". No es difícil adivinar de quiénes se trata: La hermana, amiga fraternal de siempre, compañera permanente, aún en ausencia, con una singular capacidad para el afecto pródigo en silencioso apoyo y dulce ternura, que trasciende los límites de su aparentemente frío laboratorio de investigación química. El esposo y alentador compañero quien comparte, también en respetuoso silencio, los insomnios creativos y la búsqueda, a veces ardua, de la palabra precisa o, enriquece con sus recuerdos el mundo de la imaginación fecunda de la autora. Por último, los pequeños sobrinos inquietos e inquisidores impenitentes, cuyas preguntas con frecuencia asombran y procuran sendas inesperadas para el relato.

¿Por qué un post para esta referencia bibliográfica? Dos poderosísimas razones: la amistad. De la buena. De la que nada pide y todo ofrece de manera eficaz y oportuna. Y la excelencia narrativa, la cual supera con creces la humildad de este comentario. Porque, si tengo este portal ¿Por qué no llenarlo con un producto de calidad y de cálido sentir? Nada más satisfactorio para mí que ofrecer este abreboca literario a mis amigos blogueros.

La obra fue presentada el pasado viernes 29 de junio, a las 06:30 p.m., en la conocida Librería Suma, en su eterno local del Boulevard de Sabana Grande, en Caracas. Doblemente grata la ocasión: por el significado intrínseco del acto de presentar una obra lograda y la oportunidad de reunir, en petit comitè, a un grupo de colegas, unidos, además de por las faenas docentes, por el afecto cultivado a lo largo de muchos años de compartir logros y sinsabores propios del oficio de enseñar. Fungió como co-anfitrión, Raúl BETHENCOURT, de origen canario, propietario de Suma, amigo de siempre y proveedor de nuestra herramienta básica, como estudiantes y más tarde como profesionales: los libros. Los que una vez nos vendiera se transforman hoy en el fruto de una nueva obra, no ya vendida sino ofrecida para serlo por su autora, otrora y actual asidua compradora. Pienso que todos los presentes hemos sido sus clientes al menos por más de dos décadas. Y, en mi caso particular, creo que estoy cercana a las cuatro.

Reunidos: amigos de la autora, en su mayoría compañeros de trabajo en la Escuela de Administración y Contaduría, de la FACES, Universidad Central de Venezuela. Otros pocos, de antigua amistad, como el presentador u "Orador de Orden", Guillermo Servando PÉREZ, destacado docente, ya jubilado, de la Universidad Simón Bolívar, venido desde los campos lejanos de la Madre Patria.

Conocí a Ilis a comienzos (o algo más) de los años 60, cuando junto a quien fue mi gran amigo y su primer esposo, iniciábamos nuestra carrera en la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Educación de la U. C. V. De allí que su dedicatoria en el ejemplar que me obsequiara, cálidamente manuscrita en la anteportada del libro, rece así:
Con especial afecto para Alicia, con quien he compartido tantas cosas a lo largo de muchos años, este intento de exploración por las apasionantes y abismales aguas del tiempo.


En efecto, de eso trata Pasajeros del tiempo. Un apasionado y apasionante viaje a través de los vericuetos de la memoria, lo que significa, como consecuencia obligada, un transcurrir por las sendas del tiempo, ese desconocido cuya existencia hoy comienza a cuestionarse.

Ese transitar en contrario que son los recuerdos de los dos personajes fundamentales, va tejiendo un entramado de simples y complejas situaciones y experiencias que, de pronto, tropiezan con un presente que ayudaron a conformar y que, de alguna manera, lo explican, puesto que lo condicionaron. En contraste, el drama de un tercer personaje que extravió sus recuerdos, al quedar amnésico a causa de un accidente. Recuerdos cuya ausencia lo moldean como un ser sin existencia, como un ser no sido, pues nada tiene que contar: Perdió el pasado; carece de asideros para su presente. No tiene existencia porque perdió la identidad. No sabe quién es ni cómo fue.
No abundaré en detalles sobre el argumento y sus personajes. No es mi intención escatimar a los posibles lectores el placer de acompañar a esos personajes por las sendas del recuerdo y la rememoración, o en la angustia de quien lucha por recobrar lo pretérito o, en su defecto, construirse uno para engañar, así, a una mente vacía del recuerdo, la cual, por tal razón, está a punto de transitar las rúas de la demencia.

La novela está escrita con detenimiento y máximo cuidado expresivo. Ofrece un lenguaje de altura sin ser rebuscado y el lector se sumerge en su trama por los túneles de sucesos expuestos con gran detalle, descripciones minuciosas y prolijas de lugares y personajes y encuentra, de manera natural, elevados valores del espíritu y de la estética en varios de sus campos, expresados, generalmente, a través del discurso de los personajes secundarios en sus conversaciones cotidianas, o en los densos y profundos monólogos interiores que los rememoran. No es la escritora entrometiéndose en la trama para ofrecer puntos de vista moralizantes y anticuados, son las personas que cobran vida en el relato e intercambian con los otros sus más profundos sentimientos, o en la conversación consigo mismo cuando echan al viento, para compartirlas con Selene y las lejanas estrellas, sus congojas o sus alegrías. Y es allí donde la autora, con evidente maestría narrativa, induce a los personajes a trasmitir las nobles virtudes que subyacen, tanto en el pensamiento religioso propiamente tal como en las posturas agnósticas de las personas. Ellos son personajes del ahora, contemporáneos, aunque no podamos ubicarlos en un tiempo o un espacio determinados. Sus vidas son atemporales pero actuales y en ello radica también el talento de la escritora: deja abierta a la imaginación del lector la posibilidad de situar esos personajes y lugares donde más convenga a su sensibilidad. Asimismo, los múltiples finales de la novela, de acuerdo con lo que cada lector, en su individualidad irrepetible, asigne a esta obra. Es decir, una obra densa por su contenido y no obstante, despejada en su desenlace, para permitir que el lector fabule de acuerdo con su personal inclinación.
No ofrece la obra la posibilidad de una lectura lineal: los planos del tiempo se superponen interceptando el continuo narrativo. Ello produce un efecto de tensión y de suspenso en quien lee, incitando la curiosidad por conocer más acerca de quienes hacen vida entre sus letras y el correspondiente desenvolvimiento de sus existencias. Pero el afán y la curiosidad no imponen una lectura rápida. Al contrario. Es necesario ir despacio para degustar, con lentitud, el extraño sabor de una trama compleja de destinos azarosos que se entrecruzan.

Finalmente, el amplio conocimiento de Ilis ALFONZO en cuanto a literatura, filosofía, psicología y otros saberes, queda palmariamente demostrado por la profusa utilización de epígrafes. Hábilmente elegidos para concordar con el retazo de trama que coronan. Para aquel quien gusta de la lectura minuciosa de los libros en todas sus partes, no solamente en su fondo o en la diagramación del texto, reconocer en los hechos narrados lo que una frase breve expone de manera lapidaria, es un entretenimiento anexo a la comprensión del contenido. Pero, para que este acto lúdico concluya con una ganancia por parte del lector, se precisa que éste regrese, casi impepinablemente, al epígrafe respectivo, para cerciorarse de la concatenación entre lo narrado y lo expresado tiempo atrás, tal vez siglos, por un autor lejano, cuya relación con la obra es solamente el producto de una mentalidad acuciosa y de una pertinaz lectura.

Solo me resta decirles a mis amigos de la blogosfera que les recomiendo ampliamente la lectura de Pasajeros del tiempo y que, lo más probable, es que ninguno quede defraudado por ella. Asimismo, que aguardo la retroalimentación de quienes tomen boleto como un pasajero más de este singular vehículo que es el tiempo.