viernes, 6 de abril de 2007

Mi encuentro con el fuego y el metal

Pienso en mi encuentro con el fuego y el metal y siento la satisfacción de haberme topado con un mundo magnífico, desconocido para mí hasta entonces... Y, aparte del sentimiento gratificante por lo que representan en sí fuego y metal unidos en un solo quehacer, me queda la gratitud de haber alcanzado, a través de su dificultad, un aprendizaje ajeno a la faena manual pues está vinculado estrechamente con el crecimiento interior: LA PACIENCIA. En efecto, conciliar metal y fuego para lograr una soldadura perfecta me llevó horas y horas de frustraciones y desencantos y, para no llegar al desaliento, eché mano de la paciencia: recuerdo que durante veinticuatro horas continuas, ininterrumpidas, aprobé la secundaria, el tercer y el cuarto niveles y creo que hasta el doctorado en el aprendizaje de la paciencia. Es decir, la orfebrería ha sido para mí una escuela de crecimiento espiritual...
¡Qué estupenda combinación la de metal-fuego-metal, que conduce a metal-fuego-forma o, mejor, metal-fuego-des-forma en tanto que el calor lleva a la incandescencia y ésta funde el metal y lo transmuta en formas caprichosas, aleatorias, inesperadas e irrepetibles... El fuego puede ser terriblemente destructor, pero también es un fabuloso aliado para la transformación... El fuego dignifica el vidrio, el esmalte, los metales y los convierte en poesía: la poesía de la forma y del volumen...