martes, 26 de febrero de 2008

¡BON JOUR, ALLÉGRESSE!!

(*)

Sí… ¡Bienvenida, alegría!!! ¡Adelante, felicidad! … ¡Au revoir, tristesse!

Decidle adiós a la congoja, al sufrimiento. Abrid las puertas a la dicha… Las tristezas, los malos momentos (inevitables para todo ser humano en algún recodo de la vida) son pasajeros, no permanentes. En la vida nada lo es. Todo tiene su momento: su principio, pero también su final. Decirle “good by” a la pena no quiere decir ¡No llores! ¡No! Llora, todo lo que puedas, cuando ello sea necesario. El llanto alivia y lava el alma, ilumina la mirada triste… No se lleva la congoja en su fluir, pero calma el ánimo.
No te ancles en la desventura, déjala pasar… Ni te solaces en ella. No es bueno. Cuando una pena inevitable te agobie, compártela. Si no tienes con quien conversa con El Altísimo…Él te escuchará con toda seguridad y te dará la solución, o el consuelo. Comenta tu pena contigo mismo/a, en algún paraje solitario y hermoso. En voz alta, como si recitaras un poema. Junto a las palabras que el viento llevará consigo irá un pedacito de esa pena, como hermanitos tomados de la mano. Deja correr tus lágrimas contemplando la maravilla de un ocaso. A través de ese cristal húmedo, la imagen la verás distorsionada pero no por eso menos bella. La contemplación de la belleza ayuda a mitigar las penas.






Hay penas imborrables, indelebles. La que produce la muerte es una de ellas… Tienes que aprender a vivir con esa pena para el resto de tus días. Pero no siempre tendrá la misma intensidad. El tiempo cumple su faena y aligera las cargas que lastiman el alma… ¡Seguro! ¡El tiempo! ¡Qué buen amigo, el tiempo!!!

La felicidad no es un estado permanente, así como la desdicha tampoco lo es. La felicidad llega por momentos, largos o cortos, no importa… Disfrútala y atesórala para los días aciagos. Recordar la dicha en tiempos de tristeza nos hace sonreír en mitad del llanto. Pero, los mejores instantes de felicidad son aquellos en los cuales estando caídos, logramos levantarnos con esfuerzo. Imagínate la escena: “derrotado/a en un rincón, hecho/a un ovillo, lentamente levantas la mirada al cielo y, con dificultad, vas dejando el suelo para finalmente, erguirte y darte cuenta de que has vencido, de que has superado la desgracia… En ese momento, una sonrisa amplia iluminará tu rostro acongojado e irá transformándolo en la brillante faz que emana del triunfo de la vida sobre la desgracia, de la luz sobre la oscuridad…” En ese momento, repito, estás siendo inmensamente feliz porque te sabes capaz de derrotar lo adverso y negativo…
¡No aspires a una dicha permanente! ¡Sería aburrido! Vive tu vida como la suerte o los designios divinos te la entreguen y aprende a tomar lo bueno para el disfrute y lo malo para el aprendizaje. Así encontrarás la felicidad. O, mejor, la plenitud.
No olvides que la vida es bella y que, la peor de las vidas merece la pena de ser vivida


¡Au revoir, tristesse!! ¡Bon jour, allégresse!!
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Son reflexiones de Alichín, a la media noche del 22/02/08
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