sábado, 2 de junio de 2007

EL SILENCIO


Callarse no es quedarse mudo, es resistirse a hablar y,
por eso, hablar todavía. J. P. SARTRE
Nótese: Escribo el silencio, que no silencio. Porque el silencio es una de las tantas maneras de decir. De allí, que existan los gritos del silencio, los mensajes del silencio y, lo que es más significativo, una retórica del silencio, expresión aparentemente paradójica. El silencio acompañado de letreros, de escritura, no es tal. O, al menos, lo es a medias. No es silencio absoluto. Aquel donde no se emite ningún sonido ni se transmite ninguna idea.
Esto último, tampoco es totalmente cierto pues, en la ausencia de sonido (de palabra sonora) puede encerrarse un mensaje, a veces más elocuente que cualquier discurso encendido e incendiario. Así, podemos hablar de la elocuencia del silencio. En el campo de las relaciones cotidianas entre seres humanos, la comunicación es indispensable para que tales relaciones se desarrollen de manera correcta. Una adecuada y oportuna comunicación entre personas, o grupo de ellas, que comparten algún interés, bien sea familiar, laboral, religioso, político o de cualquier otra índole, garantiza la interacción positiva y fructífera de todos. Esa comunicación se efectúa, mayormente, a través de la palabra dicha. Es la comunicación oral. Cuando aquélla cesa, la comunicación se interrumpe. Eso, a simple vista. Pero ¿En realidad se interrumpe? Posiblemente no. Porque al callar sigo hablando todavía. Popularmente y desde hace mucho se ha afirmado que el que calla, otorga. Es decir, cuando ante una pregunta opongo el silencio, quiero decir sí, estoy asintiendo. No obstante, en la mayoría de los casos tal conseja no es verdadera. En el silencio contestatario, en la protesta silenciosa, el no decir significa todo lo contrario: es adversar una situación o, simplemente, negar, decir no.
En efecto, a veces, la falta de palabras, la ausencia de habla, es decir, el silencio, puede ser más ofensivo o contundente que cualquier insulto producto de una situación emocional que se desborda. Y, cuando el silencio es una opción y no una imposición, puede decir mucho más que el mensaje vocalizado. El silencio puede ayudarse con el lenguaje gestual: una mirada, una mueca, una postura. En situaciones coercitivas donde el hablar puede significar un peligro para quien lo emite, el lenguaje gestual se transforma, por consenso, en un código inteligible para los interesados. Se comenta que en las cárceles y en la Cuba de hoy, donde cualquiera puede ser un delator, las personas hablan por señas. Gestos que deben ser casi imperceptibles y perfectamente disimulados para evitar que en ellos vaya implícita una delación.
Esperemos, con esa esperanza que es lo último que se pierde, que los venezolanos no nos veamos obligados a utilizar el lenguaje de la mudez, o a emplear señales de humo u otro tipo de código. Por lo vivido en los últimos tiempos (y no digo días) vamos a ese despeñadero pues, como afirma Öscar LUCIEN ...sin medios de comunicación libres no hay democracia*. Y ya son pocos los que nos van quedando...
El diario El Carabobeño, de Valencia, en un gesto creativo de valentía periodística empleó de modo muy inteligente el recurso del silencio elocuente: Sus primera y última páginas, de la edición del 1º de junio, aparecieron totalmente en blanco, simbolizando en el lenguaje escrito el correspondiente a la ausencia de voz en el oral. Fue un grito, una campanada para los lectores. Tal vez más eficaz que cualquier frase emotiva-apelativa.
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* Como tirano TVes. En: El Nacional. Caracas, 1º-06-07. Cuerpo Nación p.15.















jueves, 31 de mayo de 2007

VIVIR EN ESTE PAÍS



En este país, tu país, mi país... El sentido de estas palabras se perdió. Definitivamente. Sin querer darnos cuenta nos lo han ido hurtando. Por etapas. Ya no es más tu país, mi país. Es el país de ellos. Porque solamente lo de ellos cuenta y lo de ellos vale. NO TENEMOS DERECHO A DISCENTIR y, para colmo, también hemos perdido la privacidad: En este momento que escribo, por un canal de televisión del gobierno, con el mayor descaro, están informando que han violado la privacidad de las comunicaciones telefónicas. Tienen grabaciones. De lo que dice Fulano y lo que respondió Perencejo. Es decir, también nos quitan el derecho a la palabra, por un aparato que nosotros pagamos. Ayer, fue el derecho a manifestar, reprimido de manera brutal. Hoy, el simple y llano derecho de hablar. POR NUESTRO TELÉFONO. Están "intervenidos". Ilegalmente.

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Atrás, en España. Cantó el poeta la muerte de un torero a cuernos de un noble animal que se sintió tiranizado. Hoy Venezuela (la que se siente libre, pero que no lo es) enjuga su llanto por una joven asesinada en una manifestación pacífica de estudiantes. Y llora, asimismo, por el centenar de jovencitos (menores de edad), apresados hace dos o tres días en Los Altos Mirandinos y llevados, CON ESPOSAS, a la prisión. Una niña, que no llega a los trece años, ESPOSADA. ¿Y los derechos de los niños, niñas y adolescentes? ¿Dónde quedaron? ¿Qué ha pasado con la LOPNA? Nada. No ha pasado nada. No pasa nada. Nada pasará. Ellos tienen el poder del dinero y de las armas y hacen con las leyes LO QUE LES DA LA GANA. Por eso, esos niños, niñas y adolescentes permanecen todavía detenidos, INCOMUNICADOS, y serán pasados a los Tribunales Incompetentes (no, no es un error). ¿Entonces? ¿En qué quedamos? ¿Es este tu país? ¿Es mi país? NO. ES EL PAÍS DE ELLOS...




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Nota: Las circunstancias me empujan a tratar estos temas. Guardados quedan otros decires más amables y amenos. Espero colocarlos pronto... Si no nos silencian...

lunes, 28 de mayo de 2007

NOCHE Y DÍA DE MAYO



Noche de sábado mayero. Noche de día lluvioso. Nublada. Sin estrellas. Sin luna. Una multitud plena el estadio. Ansiosa. Anhelante, espera la salida del
ídolo. Del apuesto joven de la voz magnífica. Pechos de jovencitas que se agitan de emoción y angustia: ¡Por fin! ¡Van a verlo! ¡En carne-i-hueso estará frente a ellas!... De improviso, por una puerta lateral, penetra un pequeño río humano: Ellas y ellos. Camisetas blancas. Leyendas negras. Brazos en alto. Banderas. Una voz se alza. Pide disculpas. A la multitud. Al ídolo de la voz magnífica. No es saboteo. No es deseo de interrumpir. Es un grito de alerta ¡Nos quieren callar! Para siempre. Y como siempre, la bota infame. La tiranía... Suena. Se escucha. Una diana. Larga. Triste. El redoblante la secunda. Solicitud: un minuto de silencio... Por la libertad... Que se va perdiendo. ¡Por el derecho a informar! ¡Por el derecho a mirar, lo que se quiera mirar! La multitud, sobrecogida, calla y espera. Uno. Dos. Tres... 60 segundos ¡Ha terminado el minuto de silencio! ¡Gracias, compatriotas! ¡Hemos cumplido! ¡Llamamos vuestra atención! Quien esté de acuerdo, que nos siga. No ahora. Mañana. En la calle. En las avenidas. En toda la ciudad. En el país entero.
Amanece. Amanecimos. Expectantes. Como el público del estadio. Por razones distintas. Las imágenes que devuelve la tele son elocuentes: un pueblo grita. Un pueblo canta. Un pueblo reclama sus derechos. Por toda la ciudad. En el país entero. Todo en calma. Todo en paz. A veces, los brazos en alto. Sin armas. En las imágenes hay mezcla de llanto y de risa. De risa y de llanto.
Las horas, largas, van pasando. La angustia aumenta. Faltan cinco. Faltan tres... Falta una hora. Restan minutos. Uno... Dos... Tres... veinte, veinticinco... cincuenta... cincuenta y cinco... ¡CINCUENTA Y NUEVE!... ¡ONCE Y CINCUENTA Y NUEVE MINUTOS DE LA MEDIA NOCHE!...
¡CLIC! ... ¡NEGRO! ... ¡SILENCIO!...
¡ F I N !


Los hechos relatados más arriba, son ficticios y producto de la imaginación de quien escribe. Cualquier semejanza con la vida real es producto de la casualidad.