sábado, 8 de septiembre de 2007

P E N U M B R A S





DEL VIEJO ARCÓN DE LOS RECUERDOS IV


No encuentro que decir:

Escapé a la nostalgia contando esferas

de difusos límites, donde el dolor se confunde
con la dicha plena.

El espacio se concentra en hilos luminosos

y la noche se agrieta en mil puntos de luz

por donde escapan las miradas

sin retorno ni encuentro...

Miradas que no tuvieron eco en ningún ojo,

ojos velados por ausencias de todo...

Misterios sin respuestas a las preguntas hechas

con los labios cerrados.

Mutismo que ensordece atardeceres vagos,
escapados al viento de deseos no sentidos,

arrullos evadidos de labios susurrantes,

labios mustios en espera del beso

infernal del olvido.

Sombras alongadas tras la sombra. Penumbra de la tierra,

oscurecer del alma.

Trémulos sentimientos esparcidos en murmullos

que yacen convulsos en inútil espera,

atentos al signo peregrino de promesas ausentes:

ignominioso acecho de la nada.


(Noviembre 1997)

domingo, 2 de septiembre de 2007

EN DEFENSA DE NUESTRA LENGUA


Casi desde el inicio de este blog hemos sentido el deseo de comentar sobre el uso y el abuso de nuestra lengua. El castellano. Preferimos esta denominación , más antigua, a la moderna y más precisa: el español. En todo caso, aquí usaremos ambos términos indistintamente. Esperamos se nos excuse.

Ese deseo inicial se agudiza cada vez que leemos las entradas (o los posts) de algunos de nuestros contactos. Podríamos escribir "nuestros afectos" porque tales contactos se hacen cada vez más amigos, más íntimos, más queridos. Y porque se nos han hecho queridos algunos y a otros ya los queríamos de antiguo, nos duele, nos escuece, nos produce un no sé qué incomodísimo leer textos cuyos sentidos son extremadamente interesantes, escritos con gran descuido, sin detenerse a revisar la ortografía, la corrección de la sintaxis y la casi inexistencia de una adecuada prosodia.

No pretendemos exponernos como quien maneja su idioma de manera perfecta. Con seguridad cometemos nuestros deslices o abusos de ciertas formas de decir; incluso esta entrada puede contener más de un error. Pero, en la medida de nuestro humilde conocimiento sobre la mejor manera de utilizar el lenguaje, procuramos escribir y expresar nuestras ideas con claridad y consistencia gramatical, sintiendo que con ello rendimos homenaje a una de las lenguas más hermosas con las cuales se expresa la especie humana.

Y es ese irrespeto, posiblemente inconsciente o al menos no deliberado, el que lastima nuestra sensibilidad de lectores cuando nos enfrentamos a un texto salido de manos profesionales, en el cual no se emplea una coma, se escapan errores ortográficos o se distorsiona la sintaxis. Ciertamente entendemos lo escrito (o lo dicho), aunque a veces con cierta dificultad pero, cuánto más hermoso sería que ese texto lleno de importantes ideas y profundos sentimientos, fuese expresado de manera cuidadosa, elaborada, reflexiva en cuanto al fondo pero también a la forma. Hermosísimas páginas mancilladas por un error ortográfico o por una descuidada concordancia de género o de número. Es muy frecuente, por ejemplo, escuchar el empleo del vocablo feliz como si fuera un plural, sólo por el hecho de terminar en zeta: "Somos feliz" en lugar de "Somos felices". Este caso lo leemos frecuentemente en la prensa y en revistas y también lo escuchamos a diario en boca de periodistas (¡Licenciados en Comunicación Social!) a través de la radio y la televisión.

Parece mentira pero, en nuestro país, abundan los maltratos a la expresión escrita por parte de quienes, por obligación profesional, deberían esmerarse en el decir, tanto en la forma oral como en la escrita. Para el periodista, el lenguaje es una herramienta de trabajo, tal como el martillo o la sierra lo son para el carpintero, el bisturí para el cirujano o la regla de cálculo para el ingeniero. ¿Qué sucede cuando un ebanista descuida el uso de la sierra eléctrica, cuando un cirujano inhábil maneja con descuido el bisturí o cuando un ingeniero efectúa cálculos errados por impericia en el uso de la regla? Los resultados, en estos casos, siempre son lamentables. Pero cuando un reportero infringe las leyes de la gramática nadie resulta lastimado (en apariencia) excepto el idioma que se va degenerando progresivamente. Y, por supuesto, el reportero sale herido en su prestigio aunque esa herida no produce dolor físico y el público, por alguna razón, no hace notar los desaguisados lingüísticos.

¿Cuántos profesionales hoy en día emplean la diéresis? Ni siquiera para escribir la palabra vergüenza ... ¿Cuántos profesionales hoy en día ignoran elementales reglas ortográficas, como la que norma la escritura de la erre (o doble ere) después de una ene? Conozco a un médico cuyo nombre es Eduardo Enrique y escribe Enrrique sin el menor pudor, aun cuando el procesador le subraye con rojo la palabra. Igualmente escriben enrrollar, enrredo, en lugar en enrollar o enredo, etc., etc.

Ya que hemos dado este primer paso para tratar el tema, seguiremos haciéndolo en el futuro, de vez en cuando. Esperamos que nuestros lectores no nos malinterpreten y no se sientan ofendidos por nuestras advertencias. Las hacemos con la mejor intención. Sin querer lastimar a nadie. Nuestro propósito es defender el español en su esencia más profunda, entendiendo que toda lengua es un organismo vivo y, en consecuencia, dinámico, cambiante, que se transforma con el tiempo e incorpora, constantemente, novedosos vocablos derivados de los progresos científicos y tecnológicos o simplemente de la transculturización, fenómeno éste que resulta inevitable

Citaremos algunos ejemplos de usos inadecuados: aquí en Venezuela los empleados bancarios acostumbran utilizar, con exagerada e injustificada pedantería, el vocablo aperturar (una cuenta) en lugar de nuestro castizo abrir. Los derivados son absolutamente legítimos cuando la necesidad los impone pero, en el caso aludido tal necesidad no existe ( al respecto debemos aclarar que ignoramos si el DRAE, en su última edición, le ha dado el espaldarazo a la palabra, en cuyo caso no tomaremos en cuenta el ejemplo). En contraste defendemos el uso de los verbos plotear o chatear, entre otros, impuestos por la aparición de las actividades relacionadas con la computación. Asimismo, ya decimos bloguear, blogosfera, bloggers, etc. Hace tiempo una gran amiga, profesora de castellano, nos comentaba indignada su disgusto ante el uso de plotear y faxear. Nos permitimos preguntarle con cierta timidez: ¿Rechazas también el uso de telefonear, mecanografiar, telegrafiar? Ciertamente los dos últimos están en vías de desaparecer pero cuando ellos surgieron también eran neologismos impuestos por la aparición de inventos científico-técnicos hasta entonces desconocidos. Surgieron los derivados como los casos que vivimos actualmente. Dentro de veinticinco o cincuenta años, o tal vez menos, si las actividades se mantienen, tales palabras habrán dejado de ser una novedad para incorporarse al habla cotidiana de manera natural y otras, insospechadas hoy, habrán nacido. Es el dinamismo del lenguaje. Eso no quiere decir que podamos irrespetar o ignorar las leyes que le dan carácter de lengua al conjunto de elementos propios de la expresión de un país o conjunto de ellos.

Deseamos despertar la sensibilidad a favor de la lengua castellana, o española, entre quienes escriben (y hablan) de la misma manera como nos estamos sensibilizando por la defensa del ambiente y de los animales en peligro de extinción. Sabemos que todos nos sentimos muy orgullosos de nuestro idioma, en consecuencia, llevemos a la práctica ese orgullo comenzando por cada uno de nosotros y veremos con el tiempo cómo muchos granitos juntos, terminan por hacer una montaña.
Nota: No sabemos si la imagen que encabeza este escrito está sujeta a Derechos de Autor. En caso afirmativo, la eliminaremos de inmediato.