
miércoles, 20 de junio de 2007
E M B E L E S O

Densa, lenta, la memoria
destila hasta el aquí,
como miel en un árbol...
Palabras, sombras, rostros,
se revuelcan gozosos
en el lodo argentino
donde otrora y presente
se confunden...
Anhelando aprehenderlos
les alargo mis brazos,
que se llenan de nada...
Permanecen cansados,
ahítos de vacío...
La rosa purpurina me retorna
hasta el goce de pequeños placeres:
Los de todos los días.
lunes, 18 de junio de 2007
A MODO DE EXCUSA
El post que sigue a esta nota, resultó un desastre desde el punto de vista visual. Las imágenes quedaron "chuecas", en el lugar que a ellas les dio la gana. No sé si se trata de mi impericia en el manejo de estas tecnologías de punta, como suelen denominarlas, si es un problema del blogger o, si corresponde a un mal funcionamiento de mi compu. O a las tres cosas juntas. El caso es que las letras del texto quedaron pálidas y pequeñitas, dificultando la lectura. El comienzo, no resultó como se veía en esta ventana y la palabra inicial, se ubicó por un lado, arriba, solitaria y lejana ["Eran", es esa palabra], la imagen por otro y el resto del texto por un tercer lugar. Como no tengo tiempo (ni paciencia) para corregir, les agradezco dicha paciencia a ustedes y buena voluntad ¡Porque estoy al borde! Gracias y sigan "bajando" para que se topen con el post de marras. ... Bueno... ya es más tarde: Intenté mejorar el post, pero no logré sino aumentar el tamaño de las letras y cambiar el color. En eso, mejoró. Pero la bendita palabra "Eran", volvió a quedar alejada, sola y tal vez triste, no lo sé. Como se trata de una curiosidad "editorial", por favor, no se lo pierdan.
RECORDANDO SIN IRA
Eran aproximadamente las tres y algo más de la tarde. Tarde luminosa. Fresca. Que, por esos caprichos de la naturaleza, se adornaba ese día con cientos de mariposas de diversos colores y tamaños. Recuerdo, especialmente una, muy grande, con una especie de trompa, delgadísima, casi como un hilo, curvada hacia abajo. Su cuerpo, era robusto, listado de negro y rosa oscuro, como si estuviese forrado con una seda muy suave, levemente aterciopelada. Con su trompa delgada y curva libaba en las variadas flores que abrumaban el día con sus vivos colores. Aleteaba vertiginosamente para mantenerse algún tiempo en un mismo lugar, mientras extraía, con experticia, el néctar dulce y espeso de las corolas. Parecía un colibrí. Más que una mariposa parecía un colibrí... Por momentos, descansaba de su agitado vuelo posándose, serena, al borde de una flor. Entonces sus alas, en posición de reposo, daban a su cuerpo una apariencia triangular. Las alas eran casi translúcidas, del color de la arena y en el centro de cada una de ellas un óvalo negro, circundado por un aro del mismo tono. Parecían dos inmensos ojos, fijos y escrutadores, los cuales, en una tarde menos soleada y brillante habrían podido causar sensaciones de temor o recelo.
El Azahar de la India florecía con obsenidad y la brisa acariciaba suavemente las flores en ramilletes, esparciendo su delicado aroma por toda el área del jardín. El magnolio ofrecía a la vista y al olfato tres espléndidas flores, como de gamuza blanquísima, acosadas por decenas de abejitas negras, de esas que sienten inclinación a posarse en los cabellos y quedarse allí, pegadas.
Aunque estaba en la sombra, cómodamente reclinada en el tronco del cerecito, el resplandor me obligaba a entrecerrar los ojos captando el entorno de manera algo distorcionada. Sentí que una somnolencia se iba apoderando de mi cuerpo y de mi mente y tuve la sensación de que aquél se iba haciendo lene, feble, tan ingrávido que creí flotar... El sentimiento de ingravidez permaneció varios segundos, tal vez un minuto y fue desapareciendo sin brusquedades, lentamente... pero no me abandonó del todo. Me quedé quieta, como en una duermevela y mi mente, sosegada, se internó suavemente por las ignotas veredas del tiempo: Hacia un tiempo hace tiempo olvidado... llenándose de imágenes que una vez existieron.
Viajando a la inversa, rememoré situaciones y personas abandonadas hace mucho por la memoria, esa pícara dama, amiga de gastar bromas y producir sorpresas cuando menos uno se lo espera. En esos momentos memoriosos, era impepinable la presencia de mi abuela. Con aquellos enormes ojazos azules, casi marinos, que fueron empalideciendo con el tiempo hasta hacerse, ya al final de sus días, de un celeste muy suave. Y, por supuesto, a su lado no podía estar nadie más que yo. Ella, intentando atar al rebelde cabello, lacio e intensamente negro, un inmenso lazo de tafetán muaré, a cuadros escoceses, en cuyas líneas cruzadas se mezclaban viva y armoniosamente el verde, el rojo, el amarillo y el azul intenso. El lazo, cuyo tamaño no guardaba proporción alguna con mi cabeza, se mantenía en ella, firme, cual enorme mariposa de alas refulgentes, solamente unos minutos. Aquellos durante los cuales yo permanecía quieta, disfrutando de los mimos de mi abuela. Mas, al iniciar la retirada hacia mi mundo infantil, hasta mis juegos o mis lugares favoritos, el lazo se deslizaba, silencioso, por el mechón de pelo que le servía de soporte, hasta tocar el suelo, o tal vez caer en un charco y ser pisoteado por mis pequeños pies.
No sé si me quedé dormida... Es posible que por breves momentos. Los recuerdos continuaron emergiendo sin orden ni concierto, desparramados por la mente como hojas que el viento lanza en remolinos de un lado a otro y, de pronto, se quedan atascadas en algún muro o en cualquier obstáculo en su trayecto. Así, algunos episodios afloran permitiendo a la conciencia aprehenderlos por unos cuantos minutos. Recordé, entonces, cuando aquel muchacho, casi adolescente, irrumpió con violencia en mi fiesta de cumpleaños (creo que el sexto) y arrancó de un tirón la piñata, ya vacía, que todavía pendía del techo del portal [corredor]; y, asiéndola con las dos manos la colocó sobre su cabeza a modo de sombrero y salió hacia la calle tan rápidamente como había entrado, pero gritaba: -¡Esta piñata es mía!!!! Ya mi boca se había abierto hasta un extremo inimaginable y por ella salían los alaridos, que no de otra manera se podía calificar al llanto incontenible que, mi madre, sorprendida por la inesperada actitud del jovencito y angustiada por mi propia angustia, trataba de calmar. Me causó gracia recordar a mi madre que iba de un lado a otro, como una gallina atolondrada, sin saber qué era mejor: si perseguir al ladronzuelo o quedarse a mi lado consolándome. Reí de buena gana al revivir el incidente. Y más gracia aún me produjo rememorar el rencor anidado en mi infantil corazón, que me hacía elucubrar escenas donde yo, cual dama vengadora, iba en pos del osado ladrón de mi piñata para infligirle un merecido castigo. Ciertamente, evoqué la escena, una de las que con más frecuencia revivo, pero no puedo traer a la memoria el nombre ni los rasgos del abusador. Por fortuna su acción, imperdonable para aquel entonces, lejos de producirme congoja me resulta divertida a la luz de estos días.
Don Juan MATUS, el brujo protagonists de la obra de Carlos CASTANEDA, aconsejaba siempre a éste, con reiterada intención, que para llegar a ser un hombre de conocimiento había que, en forma definitiva, borrar la historia personal. Es decir, para nuestra salud espiritual, entiendo yo, es conveniente alejar de nuestra mente los recuerdos añosos o, al menos, no detenerse demasiado en ellos, toda vez que tal costumbre nos ancla en el pasado y, como si arrastráramos un pesado fardo, no nos deja avanzar con fluidez en el camino que va en busca de la inalcanzable, aunque siempre perseguida, perfección.
Tal vez por eso, he querido trasladar hoy a este lugar esas dos anécdotas de mi niñez, ya tan lejana. Traducirlas a palabras me permite dejarlas aquí, como quien olvida una maleta a la orilla de una andén, al abordar apresuradamente un coche que nos alejará del lugar: Desprendimiento de lo sido para centrarnos en lo que es y no intentar siquiera vislumbrar lo que será, por aquella terrible sentencia creada y difundida por un muy estimado amigo blogósfero: las personas de cierta edad no tenemos futuro.
Como la mente es en muchas oportunidades, indomable, intentaré ir despojándome de esas reminiscencias, buenas, regulares y casi malas, a medida que vayan aflorando. Si me es posible y resulta conveniente para este mundo virtual, las abandonaré en él... tal vez esas remembranzas cobren vida independiente e inicien caminos tan ignotos e indescifrables como el tiempo mismo, lejos de quien, una vez, les dio vida.
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viernes, 8 de junio de 2007
ÁRBOL DE LUCES
Hace muchísimo tiempo deseaba escribir algo sobre el árbol de luces. Hasta el momento, no he logrado dar con el nombre científico pero, su apelativo popular es el de aguacatillo, por el parecido de su fronda con la del aguacatero. Mide, aproximadamente, unos diez metros de altura. Su follaje es irregular y más bien estrecho. Es decir, no es uno de esos árboles espléndidos de copa circular y expandida que suelen verse a los lados de las rutas que atraviesan nuestros valles. No obstante, es un hermoso árbol.
Nos ha acompañado desde hace treinta y dos años y, si mal no recuerdo, ha crecido poco en ese tiempo, por lo que sospecho que su edad debe estar cercana al medio siglo. Su tronco, de alrededor de 140 centímetros de circunferencia, es recto, enhiesto como un asta y da a nuestro jardín un cierto carácter de dignidad y señorío. Sus flores blanquecinas son poco atractivas y, como su follaje, recuerdan las del aguacatero. No produce frutos o, si lo da, son tan pequeños que no se notan. En épocas de vientos fuertes sus ramas quedan desnudas para luego engalanarse con nuevas hojas verde-obscuro brillantes.
Es refugio y andén de diversas aves: Temprano en la mañana y cerca del atardecer, lo visitan tres espectaculares parejas de loros reales de color verde esmeralda ¡enormes! alegres y escandalosos. Durante todo el día, sirve de soporte a las auras (zamuros, zopilotes), que descansan en él después de su elegante planear bajo el azul, y lo canarios criollos, chirulíes y paraulatas llaneras lo arrullan con sus armoniosos trinos, junto a los azulejos, pájaros-carpinteros, cristosfué, paraulatas ajiceras (de ojos de candil) y otros muchos pajaritos de cantos menos melodiosos.
No está sólo en el jardín. Muy cerquita crecen a la derecha, una magnolia (magnolia grandiflora), un aguacatero (Persea Americana), un cocotero amarillo (a punto de fenecer) y, a su izquierda, un Azahar de la India (Muralla paniculada), un naranjo (Citrus sinensis) y, aún más allá un hermoso árbol de pomagás (Eugenia malaccensis), llamada "pomalaca" en el Oriente del país. Delante de éste, el seco esqueleto de lo que fue un frondoso árbol de Poma Rosa (Eugenia jambos) fallecido por la acción de la tiña o matapalo.
¿Qué tiene de especial este nuestro aguacatillo para ser merecedor de un comentario aparte entre los demás árboles? Solamente que destaca por su altura y porque en la época cálida, que he bautizado como de cosecha de cocuyos, estos pequeños bichitos de luz se posan por millares en sus ramas y, en la obscuridad de la noche, cubriendo su follaje, comienzan una especie de sinfonía silenciosa, por la rítmica intermitencia de sus lucecillas verdes, ofreciendo un espléndido espectáculo a la mirada. No quiero decir que el resto de las copas no se adornen con estos foquitos vivientes sino que, por algún motivo desconocido, las ramas del aguacatillo los atraen en mayor número y lo convierten en un formidable Árbol de Navidad extemporáneo, cuya visión es invaluable. ¡Y qué decir si el espectáculo coincide con una noche de plenilunio!
...ES EL LLAMADO DE LA NATURALEZA PARA EL APAREAMIENTO Y LA PERPETUACIÓN DE LAS LUCIÉRNAGAS...
sábado, 2 de junio de 2007
EL SILENCIO

Callarse no es quedarse mudo, es resistirse a hablar y,
por eso, hablar todavía. J. P. SARTRE
Nótese: Escribo el silencio, que no silencio. Porque el silencio es una de las tantas maneras de decir. De allí, que existan los gritos del silencio, los mensajes del silencio y, lo que es más significativo, una retórica del silencio, expresión aparentemente paradójica. El silencio acompañado de letreros, de escritura, no es tal. O, al menos, lo es a medias. No es silencio absoluto. Aquel donde no se emite ningún sonido ni se transmite ninguna idea.
Esto último, tampoco es totalmente cierto pues, en la ausencia de sonido (de palabra sonora) puede encerrarse un mensaje, a veces más elocuente que cualquier discurso encendido e incendiario. Así, podemos hablar de la elocuencia del silencio. En el campo de las relaciones cotidianas entre seres humanos, la comunicación es indispensable para que tales relaciones se desarrollen de manera correcta. Una adecuada y oportuna comunicación entre personas, o grupo de ellas, que comparten algún interés, bien sea familiar, laboral, religioso, político o de cualquier otra índole, garantiza la interacción positiva y fructífera de todos. Esa comunicación se efectúa, mayormente, a través de la palabra dicha. Es la comunicación oral. Cuando aquélla cesa, la comunicación se interrumpe. Eso, a simple vista. Pero ¿En realidad se interrumpe? Posiblemente no. Porque al callar sigo hablando todavía. Popularmente y desde hace mucho se ha afirmado que el que calla, otorga. Es decir, cuando ante una pregunta opongo el silencio, quiero decir sí, estoy asintiendo. No obstante, en la mayoría de los casos tal conseja no es verdadera. En el silencio contestatario, en la protesta silenciosa, el no decir significa todo lo contrario: es adversar una situación o, simplemente, negar, decir no.
En efecto, a veces, la falta de palabras, la ausencia de habla, es decir, el silencio, puede ser más ofensivo o contundente que cualquier insulto producto de una situación emocional que se desborda. Y, cuando el silencio es una opción y no una imposición, puede decir mucho más que el mensaje vocalizado. El silencio puede ayudarse con el lenguaje gestual: una mirada, una mueca, una postura. En situaciones coercitivas donde el hablar puede significar un peligro para quien lo emite, el lenguaje gestual se transforma, por consenso, en un código inteligible para los interesados. Se comenta que en las cárceles y en la Cuba de hoy, donde cualquiera puede ser un delator, las personas hablan por señas. Gestos que deben ser casi imperceptibles y perfectamente disimulados para evitar que en ellos vaya implícita una delación.
Esperemos, con esa esperanza que es lo último que se pierde, que los venezolanos no nos veamos obligados a utilizar el lenguaje de la mudez, o a emplear señales de humo u otro tipo de código. Por lo vivido en los últimos tiempos (y no digo días) vamos a ese despeñadero pues, como afirma Öscar LUCIEN ...sin medios de comunicación libres no hay democracia*. Y ya son pocos los que nos van quedando...
El diario El Carabobeño, de Valencia, en un gesto creativo de valentía periodística empleó de modo muy inteligente el recurso del silencio elocuente: Sus primera y última páginas, de la edición del 1º de junio, aparecieron totalmente en blanco, simbolizando en el lenguaje escrito el correspondiente a la ausencia de voz en el oral. Fue un grito, una campanada para los lectores. Tal vez más eficaz que cualquier frase emotiva-apelativa.
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* Como tirano TVes. En: El Nacional. Caracas, 1º-06-07. Cuerpo Nación p.15.
jueves, 31 de mayo de 2007
VIVIR EN ESTE PAÍS

En este país, tu país, mi país... El sentido de estas palabras se perdió. Definitivamente. Sin querer darnos cuenta nos lo han ido hurtando. Por etapas. Ya no es más tu país, mi país. Es el país de ellos. Porque solamente lo de ellos cuenta y lo de ellos vale. NO TENEMOS DERECHO A DISCENTIR y, para colmo, también hemos perdido la privacidad: En este momento que escribo, por un canal de televisión del gobierno, con el mayor descaro, están informando que han violado la privacidad de las comunicaciones telefónicas. Tienen grabaciones. De lo que dice Fulano y lo que respondió Perencejo. Es decir, también nos quitan el derecho a la palabra, por un aparato que nosotros pagamos. Ayer, fue el derecho a manifestar, reprimido de manera brutal. Hoy, el simple y llano derecho de hablar. POR NUESTRO TELÉFONO. Están "intervenidos". Ilegalmente.
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Atrás, en España. Cantó el poeta la muerte de un torero a cuernos de un noble animal que se sintió tiranizado. Hoy Venezuela (la que se siente libre, pero que no lo es) enjuga su llanto por una joven asesinada en una manifestación pacífica de estudiantes. Y llora, asimismo, por el centenar de jovencitos (menores de edad), apresados hace dos o tres días en Los Altos Mirandinos y llevados, CON ESPOSAS, a la prisión. Una niña, que no llega a los trece años, ESPOSADA. ¿Y los derechos de los niños, niñas y adolescentes? ¿Dónde quedaron? ¿Qué ha pasado con la LOPNA? Nada. No ha pasado nada. No pasa nada. Nada pasará. Ellos tienen el poder del dinero y de las armas y hacen con las leyes LO QUE LES DA LA GANA. Por eso, esos niños, niñas y adolescentes permanecen todavía detenidos, INCOMUNICADOS, y serán pasados a los Tribunales Incompetentes (no, no es un error). ¿Entonces? ¿En qué quedamos? ¿Es este tu país? ¿Es mi país? NO. ES EL PAÍS DE ELLOS...

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Nota: Las circunstancias me empujan a tratar estos temas. Guardados quedan otros decires más amables y amenos. Espero colocarlos pronto... Si no nos silencian...
lunes, 28 de mayo de 2007
NOCHE Y DÍA DE MAYO

Noche de sábado mayero. Noche de día lluvioso. Nublada. Sin estrellas. Sin luna. Una multitud plena el estadio. Ansiosa. Anhelante, espera la salida del
ídolo. Del apuesto joven de la voz magnífica. Pechos de jovencitas que se agitan de emoción y angustia: ¡Por fin! ¡Van a verlo! ¡En carne-i-hueso estará frente a ellas!... De improviso, por una puerta lateral, penetra un pequeño río humano: Ellas y ellos. Camisetas blancas. Leyendas negras. Brazos en alto. Banderas. Una voz se alza. Pide disculpas. A la multitud. Al ídolo de la voz magnífica. No es saboteo. No es deseo de interrumpir. Es un grito de alerta ¡Nos quieren callar! Para siempre. Y como siempre, la bota infame. La tiranía... Suena. Se escucha. Una diana. Larga. Triste. El redoblante la secunda. Solicitud: un minuto de silencio... Por la libertad... Que se va perdiendo. ¡Por el derecho a informar! ¡Por el derecho a mirar, lo que se quiera mirar! La multitud, sobrecogida, calla y espera. Uno. Dos. Tres... 60 segundos ¡Ha terminado el minuto de silencio! ¡Gracias, compatriotas! ¡Hemos cumplido! ¡Llamamos vuestra atención! Quien esté de acuerdo, que nos siga. No ahora. Mañana. En la calle. En las avenidas. En toda la ciudad. En el país entero.
Amanece. Amanecimos. Expectantes. Como el público del estadio. Por razones distintas. Las imágenes que devuelve la tele son elocuentes: un pueblo grita. Un pueblo canta. Un pueblo reclama sus derechos. Por toda la ciudad. En el país entero. Todo en calma. Todo en paz. A veces, los brazos en alto. Sin armas. En las imágenes hay mezcla de llanto y de risa. De risa y de llanto.
Las horas, largas, van pasando. La angustia aumenta. Faltan cinco. Faltan tres... Falta una hora. Restan minutos. Uno... Dos... Tres... veinte, veinticinco... cincuenta... cincuenta y cinco... ¡CINCUENTA Y NUEVE!... ¡ONCE Y CINCUENTA Y NUEVE MINUTOS DE LA MEDIA NOCHE!...
¡CLIC! ... ¡NEGRO! ... ¡SILENCIO!...
¡ F I N !
Los hechos relatados más arriba, son ficticios y producto de la imaginación de quien escribe. Cualquier semejanza con la vida real es producto de la casualidad.
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