Noche de sábado mayero. Noche de día lluvioso. Nublada. Sin estrellas. Sin luna. Una multitud plena el estadio. Ansiosa. Anhelante, espera la salida del
ídolo. Del apuesto joven de la voz magnífica. Pechos de jovencitas que se agitan de emoción y angustia: ¡Por fin! ¡Van a verlo! ¡En carne-i-hueso estará frente a ellas!... De improviso, por una puerta lateral, penetra un pequeño río humano: Ellas y ellos. Camisetas blancas. Leyendas negras. Brazos en alto. Banderas. Una voz se alza. Pide disculpas. A la multitud. Al ídolo de la voz magnífica. No es saboteo. No es deseo de interrumpir. Es un grito de alerta ¡Nos quieren callar! Para siempre. Y como siempre, la bota infame. La tiranía... Suena. Se escucha. Una diana. Larga. Triste. El redoblante la secunda. Solicitud: un minuto de silencio... Por la libertad... Que se va perdiendo. ¡Por el derecho a informar! ¡Por el derecho a mirar, lo que se quiera mirar! La multitud, sobrecogida, calla y espera. Uno. Dos. Tres... 60 segundos ¡Ha terminado el minuto de silencio! ¡Gracias, compatriotas! ¡Hemos cumplido! ¡Llamamos vuestra atención! Quien esté de acuerdo, que nos siga. No ahora. Mañana. En la calle. En las avenidas. En toda la ciudad. En el país entero.
Amanece. Amanecimos. Expectantes. Como el público del estadio. Por razones distintas. Las imágenes que devuelve la tele son elocuentes: un pueblo grita. Un pueblo canta. Un pueblo reclama sus derechos. Por toda la ciudad. En el país entero. Todo en calma. Todo en paz. A veces, los brazos en alto. Sin armas. En las imágenes hay mezcla de llanto y de risa. De risa y de llanto.
Las horas, largas, van pasando. La angustia aumenta. Faltan cinco. Faltan tres... Falta una hora. Restan minutos. Uno... Dos... Tres... veinte, veinticinco... cincuenta... cincuenta y cinco... ¡CINCUENTA Y NUEVE!... ¡ONCE Y CINCUENTA Y NUEVE MINUTOS DE LA MEDIA NOCHE!...
¡CLIC! ... ¡NEGRO! ... ¡SILENCIO!...
¡ F I N !
Los hechos relatados más arriba, son ficticios y producto de la imaginación de quien escribe. Cualquier semejanza con la vida real es producto de la casualidad.
5 comentarios:
Tristeza pero aun mas rabia, esto es solo un paso mas a la dictadura, los dictadores no pueden permitir libertad de pensamiento. Saludos desde lejos y preocupada
Rosa, amiga: Gracias. Sé de tu angustia. Es la mía. La de ambas. La de muchos. Y es eso: tristeza, rabia e impotencia... Pero ¿Quién sabe...? Tal vez... quizás... puede ser... Aunque, si es, será muy duro, muy difícil... Por eso también estamos preocupados, muy preocupados. Un abrazo, muuuy, muuy fuerte, en la distancia y en la solidaridad, en la tristeza y en la rabia... ¡Pero también en la esperanza!
Sé cómo te sientes. Tengo recuerdos parecidos. Sé de qué va el tema, ayer lo hablamos aquí en mi casa cuando comíamos con mis hijos. Ellos no conocieron esa sensación de impotencia que nosotros, sí conocemos. Por eso te comprendo y dejo mi grito de protesta.
¡LIVERTAD!
Un fuerte abrazo.
Mis respetos Señora. Muy emotivo todo lo que he leido. Vengo desde el blog de Norka, me ha llamado la atención de como se expresa, y he venido por una sana curiosidad...
Pero volveré, si usted me lo permite, ya no por curiosidad, de aquí en adelante, buscando, calidad, de la que usted y sus escritos, anda sobrada...
Salud, Genín
Bienvenida. Regresa cuando quieras. Gracias por tus palabras son un aliento, y los elogios, tal vez no tan merecidos. Si vienes por el camino de Norka, mejor aún. Ell es una "hijita" muy talentosa a quien quiero mucho. Espero próximas oportunidades para compartir y te visitaré en tu casita. Un fuerte abrazo.
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