Era el atardecer de un día que había sido soleado. A esa hora, la calle se encontraba desierta. Parecía como si nadie nunca hubiese hollado sus antiguas piedras, coloreadas por el musgo de los tiempos. Solamente una brisa fuerte abatía las ramas de los añejos árboles, imprimiendo a la penumbra y al silencio un hálito de vigor y de vida. De pronto, una bandada de pequeñas aves pardas irrumpió entre los árboles buscando cobijo entre sus frondas y, momentáneamente, alegraron el lugar con sus trinos, en son de despedida de un día tal vez afanoso para ellas.
Los cánticos se fueron apagando paulatinamente y el callejón volvió a hundirse en la ausencia de sonidos. Comenzaron a encenderse, como con timidez, las luces de las casas y las de la calle; estas últimas, tan apagadas, tan débiles, que se diría farolitos antiquísimos o lámparas votivas.
Una sombra emergió al extremo de la rúa.
-La tarde que decidí abandonarlo todo, lo hice con el firme propósito de no mirar atrás. Estaba cerrando un capítulo de mi propia novela para comenzar otro, totalmente distinto y, en consecuencia, debía borrar todo aquello que tuviese alguna ligazón con eso que, vertiginosamente, se estaba convirtiendo en pretérito. Pretendí olvidar que tenía una familia: un esposo, unos hijos y una madre. Es decir, debería emerger, después de ese momento, como un ser nacido de la nada; como sirena que brota cual perla, entre las conchas bivalvas de una ostra y se convierte en mujer sin pasado, sin historia… sin vida previa…
-No sabía, entonces, la inviabilidad de aquel propósito. La ingenuidad con la cual había querido dar una solución simple a una circunstancia asaz complicada...
La penumbra otorgaba a la figura la apariencia de una silueta humana, sin sexo definido que avanzaba con lentitud hacia el fondo de la calle. No se podría decir que era un caminar inseguro, era el andar de alguien que deseaba prolongar la caminata lo más posible, como para disfrutar de ella o, tal vez, aprovecharla para ir poniendo en claro los intríngulis del motivo que le condujo hasta allí.
Al pasar debajo de uno de los faroles callejeros la débil iluminación permitió, sin embargo, definir la imprecisa sombra. Se trataba de una mujer, pasados los 50, muy bien ataviada: lucía pantalones negros de lana y de excelente corte, una blusa de seda color lila, estilo camisa, cuyos puños surgían de las mangas alegrando la seriedad del gris-topo del sobretodo que terminaba debajo de las rodillas. Un delgado hilo de perlas adornaba el cuello que había perdido lozanía. Peinada sobriamente, el pelo que comenzaba a encanecer terminaba en un moño sobre la nuca. El clásico peinado, unido al también clásico atuendo, imprimía a la dama gran prestancia. Era evidente el disfrute de una vida holgada, no obstante, un dejo de tristeza cubría la mirada serena de unos ojos claros que conservaban aún la belleza de años más tempranos.
-La calle ha cambiado muy poco -pensó- Sin embargo, seguramente sus habitantes ya no son los mismos, aún siéndolo. Nadie permanece igual durante el transcurrir del tiempo. ¡Los míos! ¿Cuánto habrán cambiado los míos? ¡Por mi culpa!
A los quince años se comprometió en matrimonio con el primer hombre que le habló de amor. Estaba casada antes de cumplir los 16 y, nueve meses y tres días después de la boda, daba a luz su primer hijo. Al año siguiente parió el segundo y así, cada año (a veces hasta cada diez meses) aumentaba la familia con un nuevo miembro. En cinco años había completado la media docena de chiquillos. Estaba conforme. Tenía una buena situación económica y le agradaba dedicarse a los hijos y al marido. Mantener el hogar en perfecto orden y limpieza era su orgullo.
Él era un hombre de trabajo, exitoso. Nunca la maltrató y la complacía con trajes y adornitos para la casa, no obstante siempre fue distante y poco apasionado. Se comunicaban apenas cuando una que otra noche, a él se le ocurría pedirle que lo acompañara con una copita de licor y, entonces, solía comentar algún incidente del trabajo o de la vida de la ciudad. De resto, cruzaban las palabras indispensables sobre los niños y los asuntos domésticos en general. Para ella, su mundo funcionaba a la perfección. No podía ser de otra manera. Nunca había conocido otra forma de vivir.
-Realmente, no sé qué estoy haciendo aquí ni qué puedo encontrar. Sólo la indiferencia rencorosa de mis hijos y los reproches de mi anciana madre… ¡Mis hijos! ¡Mi madre! ¡Qué gran mentira! Ya ninguno de ellos me pertenece. Ni siquiera los reconoceré y los más pequeños no tendrán idea de quién soy.
La última casa, ubicada transversalmente entre las dos aceras ponía término a la calle. Tenía una corta valla vegetal que la independizaba del exterior. Un pequeño y bien cuidado jardín precedía la vivienda. Ésta, cubierta de falsa hiedra se erguía orgullosa entre una palma real y un hermoso apamate de flores blanquísimas. En la pequeña ventana de la buhardilla asomaba el rostro de una mujer anciana que miraba a lo lejos. Parecía no haber notado que alguien avanzaba hacia la morada. La mujer llegó hasta la vieja puerta de hierro y con suavidad la abrió. La puerta chirrió cediendo a la presión y la anciana miró hacia abajo. Preguntó:
-¿Quién es? ¿Qué desea? - Era una voz cansada, entristecida. La intrusa inquirió a su vez:
- -¿Angélica? ¿Señora Angélica?
- -¡Sí! ¿Quién es? ¿Qué busca?
- -¡Madre, soy yo, Aminta!
No hubo respuesta inmediata. El silencio se tornó más denso. La mirada de la anciana se dirigió, por encima de la visitante, hacia el comienzo de la calle, como si esperara algo más… Permaneció callada unos minutos. Luego, casi sin inflexiones, comenzó a hablar:
-¡Aminta! ¡Ah, sí! Tuve una hija llamada así. ¡Aminta! La mayor de mis hijos. Murió ¿Sabe? Murió hace más de quince años ¡Pobrecita! Lo recuerdo como si fuera ayer: Federico, su viudo, insistió en sepultarla con su atavío nupcial ¡Estaba lindísima! ¡Parecía un ángel! Dejó seis huérfanos y un viudo inconsolable ¡La amaba tanto! Y ¿Cómo no? Si ella fue una maravillosa esposa y abnegada madre ¡Fue una lástima que El Señor la llamara a su lado tan pronto! Aunque, quizá su muerte convenía. Así no sufrió la pérdida de Felipe, el hijo mayor… Ingresó al ejército… y limpiando su arma de reglamento se le escapó un tiro… ¡Fue una muerte instantánea! ¡Claro que hubo comentarios! La gente es mala… Los demás… por el mundo. Todos con su vida hecha. Todos con una buena vida, siguiendo el ejemplo de sus padres. Por eso Federico partió feliz, con la satisfacción de haber cumplido correctamente su misión en este mundo ¡El mejor de mis hijos, tal vez! Sin haberlo parido…
Aminta no pronunció palabra. Se quedó mirando largamente el rostro anciano. Angélica tampoco agregó nada. Permaneció callada sin mirar a la otra que, lentamente, se dio vuelta y, despacio, muy despacio, desanduvo el camino. Caída ya totalmente la noche, la figura se fue tornando otra vez imprecisa entre las sombras. Acompañada sólo por el silencio del entorno y el leve sonido de sus pasos sobre el pavimento se iba diluyendo en la penumbra...hasta perderse totalmente tras el último recodo.
Los cánticos se fueron apagando paulatinamente y el callejón volvió a hundirse en la ausencia de sonidos. Comenzaron a encenderse, como con timidez, las luces de las casas y las de la calle; estas últimas, tan apagadas, tan débiles, que se diría farolitos antiquísimos o lámparas votivas.
Una sombra emergió al extremo de la rúa.
-La tarde que decidí abandonarlo todo, lo hice con el firme propósito de no mirar atrás. Estaba cerrando un capítulo de mi propia novela para comenzar otro, totalmente distinto y, en consecuencia, debía borrar todo aquello que tuviese alguna ligazón con eso que, vertiginosamente, se estaba convirtiendo en pretérito. Pretendí olvidar que tenía una familia: un esposo, unos hijos y una madre. Es decir, debería emerger, después de ese momento, como un ser nacido de la nada; como sirena que brota cual perla, entre las conchas bivalvas de una ostra y se convierte en mujer sin pasado, sin historia… sin vida previa…
-No sabía, entonces, la inviabilidad de aquel propósito. La ingenuidad con la cual había querido dar una solución simple a una circunstancia asaz complicada...
La penumbra otorgaba a la figura la apariencia de una silueta humana, sin sexo definido que avanzaba con lentitud hacia el fondo de la calle. No se podría decir que era un caminar inseguro, era el andar de alguien que deseaba prolongar la caminata lo más posible, como para disfrutar de ella o, tal vez, aprovecharla para ir poniendo en claro los intríngulis del motivo que le condujo hasta allí.
Al pasar debajo de uno de los faroles callejeros la débil iluminación permitió, sin embargo, definir la imprecisa sombra. Se trataba de una mujer, pasados los 50, muy bien ataviada: lucía pantalones negros de lana y de excelente corte, una blusa de seda color lila, estilo camisa, cuyos puños surgían de las mangas alegrando la seriedad del gris-topo del sobretodo que terminaba debajo de las rodillas. Un delgado hilo de perlas adornaba el cuello que había perdido lozanía. Peinada sobriamente, el pelo que comenzaba a encanecer terminaba en un moño sobre la nuca. El clásico peinado, unido al también clásico atuendo, imprimía a la dama gran prestancia. Era evidente el disfrute de una vida holgada, no obstante, un dejo de tristeza cubría la mirada serena de unos ojos claros que conservaban aún la belleza de años más tempranos.
-La calle ha cambiado muy poco -pensó- Sin embargo, seguramente sus habitantes ya no son los mismos, aún siéndolo. Nadie permanece igual durante el transcurrir del tiempo. ¡Los míos! ¿Cuánto habrán cambiado los míos? ¡Por mi culpa!
A los quince años se comprometió en matrimonio con el primer hombre que le habló de amor. Estaba casada antes de cumplir los 16 y, nueve meses y tres días después de la boda, daba a luz su primer hijo. Al año siguiente parió el segundo y así, cada año (a veces hasta cada diez meses) aumentaba la familia con un nuevo miembro. En cinco años había completado la media docena de chiquillos. Estaba conforme. Tenía una buena situación económica y le agradaba dedicarse a los hijos y al marido. Mantener el hogar en perfecto orden y limpieza era su orgullo.
Él era un hombre de trabajo, exitoso. Nunca la maltrató y la complacía con trajes y adornitos para la casa, no obstante siempre fue distante y poco apasionado. Se comunicaban apenas cuando una que otra noche, a él se le ocurría pedirle que lo acompañara con una copita de licor y, entonces, solía comentar algún incidente del trabajo o de la vida de la ciudad. De resto, cruzaban las palabras indispensables sobre los niños y los asuntos domésticos en general. Para ella, su mundo funcionaba a la perfección. No podía ser de otra manera. Nunca había conocido otra forma de vivir.
-Realmente, no sé qué estoy haciendo aquí ni qué puedo encontrar. Sólo la indiferencia rencorosa de mis hijos y los reproches de mi anciana madre… ¡Mis hijos! ¡Mi madre! ¡Qué gran mentira! Ya ninguno de ellos me pertenece. Ni siquiera los reconoceré y los más pequeños no tendrán idea de quién soy.
La última casa, ubicada transversalmente entre las dos aceras ponía término a la calle. Tenía una corta valla vegetal que la independizaba del exterior. Un pequeño y bien cuidado jardín precedía la vivienda. Ésta, cubierta de falsa hiedra se erguía orgullosa entre una palma real y un hermoso apamate de flores blanquísimas. En la pequeña ventana de la buhardilla asomaba el rostro de una mujer anciana que miraba a lo lejos. Parecía no haber notado que alguien avanzaba hacia la morada. La mujer llegó hasta la vieja puerta de hierro y con suavidad la abrió. La puerta chirrió cediendo a la presión y la anciana miró hacia abajo. Preguntó:
-¿Quién es? ¿Qué desea? - Era una voz cansada, entristecida. La intrusa inquirió a su vez:
- -¿Angélica? ¿Señora Angélica?
- -¡Sí! ¿Quién es? ¿Qué busca?
- -¡Madre, soy yo, Aminta!
No hubo respuesta inmediata. El silencio se tornó más denso. La mirada de la anciana se dirigió, por encima de la visitante, hacia el comienzo de la calle, como si esperara algo más… Permaneció callada unos minutos. Luego, casi sin inflexiones, comenzó a hablar:
-¡Aminta! ¡Ah, sí! Tuve una hija llamada así. ¡Aminta! La mayor de mis hijos. Murió ¿Sabe? Murió hace más de quince años ¡Pobrecita! Lo recuerdo como si fuera ayer: Federico, su viudo, insistió en sepultarla con su atavío nupcial ¡Estaba lindísima! ¡Parecía un ángel! Dejó seis huérfanos y un viudo inconsolable ¡La amaba tanto! Y ¿Cómo no? Si ella fue una maravillosa esposa y abnegada madre ¡Fue una lástima que El Señor la llamara a su lado tan pronto! Aunque, quizá su muerte convenía. Así no sufrió la pérdida de Felipe, el hijo mayor… Ingresó al ejército… y limpiando su arma de reglamento se le escapó un tiro… ¡Fue una muerte instantánea! ¡Claro que hubo comentarios! La gente es mala… Los demás… por el mundo. Todos con su vida hecha. Todos con una buena vida, siguiendo el ejemplo de sus padres. Por eso Federico partió feliz, con la satisfacción de haber cumplido correctamente su misión en este mundo ¡El mejor de mis hijos, tal vez! Sin haberlo parido…
Aminta no pronunció palabra. Se quedó mirando largamente el rostro anciano. Angélica tampoco agregó nada. Permaneció callada sin mirar a la otra que, lentamente, se dio vuelta y, despacio, muy despacio, desanduvo el camino. Caída ya totalmente la noche, la figura se fue tornando otra vez imprecisa entre las sombras. Acompañada sólo por el silencio del entorno y el leve sonido de sus pasos sobre el pavimento se iba diluyendo en la penumbra...hasta perderse totalmente tras el último recodo.
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Esto escribió Alichín, en Colinas de Carrizal, en octubre de 2009. Este relato es producto de la
imaginación de su autora, cualquier parecido con acontecimientos reales es pura coincidencia.
Derechos reservados.
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autor al colocarlas aquí, favor comunicarse con nosotros para desincorporarlas de inmediato.
19 comentarios:
¡Hola querida amiga!
No sabes que alegría me has dado cuando he visto que habías publicado este maravilloso relato que me ha hecho disfrutar tanto, eso si, un poco triste, lo que no entendí muy bien es cuando le dice la madre que su esposo la había enterrado con el vestido de novia, ¿Como es que la enterró si está viva?
Espero que estés muy bien de salud.
Besos y salud
¡Querido Geni! Más alegría he sentido yo al saber que siempre me visitas y no me olvidas. Gracias por ese regalo maravilloso. Ahora, el cuento de la viejita es un truco de ella, para decirle a la hija que ya no tenía sentido regresar, que está muerta para ella y sus hijos. Es como decir "estás tan muerta para nosotros que hasta te tenemos una historia".
Amigo, no voy a hacer propósitos por si luego no los cumplo, pero espero poder estar aquí más a menudo. Un fuerte abrazo. Se te quiere bien y mucho. Alichín
Bellisimo tu escrito me lo tragué hasta el final Te recomiendo y no lo tomes a mal hacerlo en dos partes ya que cuando es uno es mas largo y en el mundo de los blogs mas gente puede leerte y lo dejas con el suspenso del blog....
Me maravilla como escribes por lo tanto te pondre conmigo hoy para que mas gente pueda leerte besos
van y no te pierdss veni y metete con nosotros
¡Mucha! ¡Qué bueno que estés por esta casita casi abandonada! Tus comentarios siempre son bienvenidos y tus recomendaciones, por supuesto, también. Estoy consciente de que el relato es largo y si valía la pena colocarlo en dos partes, como insinúas, pero finalmente no lo hice. Me encanta eso de que me vas a hacer "publicidad" y... así de gratis ¡Mejor! Gracias por tus palabras, un fuerte abrazo. Alichín
Aleluya!!!!!!!!!
volvió!!! volvio!
regresó la gran escritora a publicar.
Hacias mucha falta.
Me parece excelente tienes una forma peculiar de escribir, que siempre lo mantiene a uno en suspenso.
Si yo entendí que su familia la dió por muerta, ya que los habia abandonado.
Besos
ahdta
Gracias, ahijadita. Espero estar por aquí más a menudo. Un fuerte abrazo. Madri
Nunca hice lo que te dije Pero apenas te leí me maravillé con tu escrito Tus letras tienen el sabor de lo dulce y uno nunca quiere terminarlas Es por eso que dos es mejor que uno.Te sigo desde lo lejos con admiracion te sigo Cada vez que escribas avisame a veces me pierdo ante tantos blogs pero vos siempre podés encontarme
te siento bien espero que lo estés
beso
Muchita ¿Qué fue lo que no hiciste? Me dejaste en ascuas... Gracias de nuevo por tus palabras. Te avisaré, tenlo por seguro, cuando vuela a postear. Recibe un fuerte abrazo.
PARA ERECTILE DISFUNCTION MEDICATIONS:
HE LEIDO SU GENTIL COMENTARIO DE HOY EN MI ENTRADA SOBRE "TOMATE, TOMATE"... QUISE AGRADECÉRSELO EN SU BLOG PERO NO ENCONTRÉ EN ÉL LA VENTANA DE LOS COMENTARIOS. ESCRIBO AQUÍ POR SI REGRESA A VISITARME. ME SORPRENDIÓ ESE PASO POR UNA ENTRADA QUE TIENE MÁS DE UN AÑO. AL VOLVER YO MISMA A ESE SITIO, NO PUDE EVITAR UNA LÁGRIMA POR EL AMIGO (¿O EL HIJO?) AUSENTE ¡NO SABE CUÁNTO LE AGRADEZCO LA OPORTUNIDAD QUE ME HA DADO! RECIBA UN FUERTE ABRAZO. ALICHÍN
vení unite a terminar mi prosa...el hombre que me gusta tiene alma de nño, tus palabras son hermosas....... besos
Mucha,yo añadiría: pero sus manos sabias pulsan las cuerdas de mi cuerpo que...
Ahí queda la idea inconclusa para que otr@ la termine.
Si se me ocurre algo nuevo, te lo haré saber. Un fuerte abrazo
ESTOY VERDE DE LA ENVIDIA ANTE ESOS BLOGS ADORNADOS CON IMÁGENES FABULOSAS QUE IMPRIMEN UNA BELLEZA EXTRAORDINARIA A CADA POST ¿PODRÉ ALGÚN DÍA ALCANZAR ESA PERFECCIÓN? ¿DONDE ENCONTRAR ILUSTRACIONES TAN PRECISAS Y HERMOSAS, SIN TENER QUE PAGAR POR "DERECHOS DE AUTOR"? AH, AH, AH... ¡QUÉ IMPOTENCIA ANTE MI PROPIA INUTILIDAD! ¡S.O.S.!
¡SNIFF, SNIFF! ALICHÍN
Buendia escritora poeta. ¿Tenés la respuesta a mi pregunta en mi blog?
Gracias siempre se te espera
besos con sonrisas
Alichin, te he descubierto, por el blog de Muchita.
Después de leer atentamente y con fruición tu relato, he ido a mirar tu perfil, porque tu prosa es impecable y rica en matices.
Me has cautivado!!!
Tan rico es tu vocabulario, como la génesis de tu cuento...
Pecisamente tengo puesto un mini-relato, que sintetiza en pocas palabras, lo que quizás esta perfecta ama de casa, sintió antes de partir...
Pero lo que no valoró es que hay un punto en el camino en que partir es morir....
Te sigo a partir de hoy.
Un beso cariñoso, Maestra!!!!
LUNA: BIENVENIDA A MI LUGAR QUE ES TUYO DESDE YA. GRACIAS POR TUS PALABRAS, LAS LISONJAS SIEMPRE NOS GUSTAN ¿VERDAD? JAJAJA ¡SOMOS TAN VANIDOSOS!. AL PARATIR SE MUERE UNA ETAPA, SOLO NOS QUEDA SABER SI LA QUE NACE ES MEJOR O NO. TE VISITARÉ PRONTO, ESTA NOCHE. UN ABRAZO FUERTE.
ALICHÍN
ME ALEGRA MUCHO QUE HAYA VUELTO A ESTE MUNDO, Y CON TAN PRECIADO TEXTO.
BRINDO POR ELLO!!!1
LE INVITO A PASAR POR MIS BLOGS Y AL HOMENAJE DE UNA GRAN AMIGA
AGUALUNA EN
WWW.COSECHADESENTIRES.BLOGSPOT.COM
LE DJO MI CARIÑO Y MI PAZ MARYCARMEN
WWW.WALKTOHORIZON.BLOGSPOT.COM
GRACIAS MARÍA DEL CARMEN: ME ALEGRA VOLVER A COMUNICARME CON USTED. CON GUSTO PASARÉ POR SU LUGAR Y ME UNIRÉ AL HOMENAJE DE AGUALUNA. RECIBA UN FUERTE ABRAZO CARIÑOSO. ALICHÍN
[QUE LA PAZ NOS ACOMPAÑE SIEMPRE]
María del Carmen: "La Dama de los Galardones" te llamaré. Por los muchos que ostentas y los otros tantos que tan generosamente obsequias. Visitarte fue un "colirio" para mis ojos, ante tan hermosas y angelicales imágenes. ¡Felicitaciones! Un fuerte abrazo. Alichín
Alichin, te haces de rogar!!!!!
Perdona mi impaciencia....
Un besito
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