Después de siete meses alejada de mi blog, retorno a él impelida por una circunstancia en la que me envolvió la vida e hizo posible la maravilla cibernética del siglo XXI… Cuando en los años 50 llenábamos las aulas de la Escuela Secundaria, nos maravillábamos de ese artefacto hoy cotidiano: la TV y casi no pensábamos en el siguiente siglo, aunque los comics nos auguraran adelantos fabulosos, con automóviles voladores, carreteras de varios pisos que bordeaban los ventanales de altísimas edificaciones. No obstante, poco pensábamos en cómo sería realmente esa entrada a la nueva centuria y de qué manera nuestras vidas sencillas de aquel entonces, serían enriquecidas por los adelantos de la tecnología. Lo que hoy nos parece natural era impensable en aquellos tiempos. Ya se hablaba, sí, de la televisión en colores, de aviones rompiendo la barrera del sonido y de artefactos destructivos de mayor poder que las recién y tristemente estrenadas Bomba Atómica y Bomba H. Es decir “adelantos” tecnocientíficos para la destrucción mas, nada para unir en lugar de separar, construir en vez de destruir. Al menos, el progreso científico y técnico en grandes beneficios para la humanidad se producía casi a escondidas, a soto voce, opacada su importancia por la alharaca del armamento bélico.
Recuerdo que no hace tanto tiempo, cuando ya había iniciado mi labor docente en la Universidad, un organismo oficial o una importante empresa del país (no sabría cuál) donó a nuestra Escuela ¡una computadora! Se trataba de un gigante metálico de dimensiones descomunales, que requería de un amplio salón para ser instalada. Funcionaba con tarjetas perforadas. Algún entendido de buena voluntad nos ofreció un escaso entrenamiento en tales tarjetas, más bien para entenderlas un poco que para poder manejar el monstruo. Como era de esperar, el espécimen permaneció inactivo durante meses. Al principio, el interés lo hizo ser de obligada visita por quienes transitaban los pasillos universitarios hasta que, poco a poco, pasó de ser interesante a convertirse en un estorbo ¿Cuál fue su destino final? No sabría decirlo, lo ignoro.
Recuerdo que no hace tanto tiempo, cuando ya había iniciado mi labor docente en la Universidad, un organismo oficial o una importante empresa del país (no sabría cuál) donó a nuestra Escuela ¡una computadora! Se trataba de un gigante metálico de dimensiones descomunales, que requería de un amplio salón para ser instalada. Funcionaba con tarjetas perforadas. Algún entendido de buena voluntad nos ofreció un escaso entrenamiento en tales tarjetas, más bien para entenderlas un poco que para poder manejar el monstruo. Como era de esperar, el espécimen permaneció inactivo durante meses. Al principio, el interés lo hizo ser de obligada visita por quienes transitaban los pasillos universitarios hasta que, poco a poco, pasó de ser interesante a convertirse en un estorbo ¿Cuál fue su destino final? No sabría decirlo, lo ignoro.
Pocos años después la humanidad fue sorprendida por las computadoras “pequeñas” y, finalmente, arribó Microsoft haciendo posible, en muy poco tiempo, que muchos pudiésemos disfrutar de los beneficios del microprocesador y de todos los artefactos que surgieron a su alredor para hacernos las comunicaciones (y la vida) más fáciles. Luego, aparecieron los blogs y finalmente, llegó triunfante Facebook.
Se convirtió este medio en un entrometido visitante con muchos aspectos negativos en su haber pero, al mismo tiempo, ha servido para unir personas desconocidas entre sí, encontrar familia dispersa y aun desconocida y reencontrar parentela hace mucho dada por perdida. Este último ha sido mi caso:
Hace tres días apareció en mi bandeja de entrada un nombre muy familiar, aunque muy lejano. La sorpresa dio paso a la curiosidad y respondí. Segundos después entró otro mensaje confirmando mi sospecha: en efecto, se trata de alguien de mi misma sangre a quien le había perdido el rastro hace muchísimos años. Un mal entendido, tal vez, había producido la separación y el silencio, siempre ominoso cuando se da entre seres que se profesan afecto. La buena nueva descartó recelos y dio paso a una gran alegría y ambas personas nos fundimos en un enorme y estrecho abrazo cibernético y los gigas se humedecieron con nuestras lágrimas de alegría. Ha comenzado un nuevo ciclo comunicativo, interactivo de anécdotas y afectos. Doy gracias al Altísimo por tan hermosa oportunidad.
¡Geni! ¡Casi te alcanzo!!! ¿Verdad?
6 comentarios:
Alichin, que bueno leerte y ver que estas bien. Un abrazo
Rosa, amiga: Qué bueno encontrarte en mis predios. Un fuerte abrazo y el afecto de siempre. Alichín
¿Han pasado siete meses ya?
Que barbaridad!
Me alegro mucho que hayas encontrado a ese pariente, tu sabes que a mi me pasó lo mismo pero yo me encontré con seis hermanos y veintitrés de su familia, que clro es la mia.
Pero entre tu y yo, a mi el Feisbuc no me llama la atención, me paso un montón de tiempo sin entrar.
Besos y salud
Pues, sí, Geni, pasó todo ese tiempo. Es así como nos ponemos viejos (jajaja). Gracias por tu visita, yo todavía no he comenzado a visitar. Un fuerte abrazo. Alichín
FLORES PARA TI
¡GERARDO AMIGO! GRACIAS POR ESAS HERMOSAS FLORES COLORIDAS DE INCOMPARABLE AROMA Y TERSOS PÉTALOS...
ESTUVE DE VIAJE Y NO TE HABÍA RESPONDIDO POR ESO.
CON EL AFECTO DE SIEMPRE UN FUERTE ABRAZO PARA TÍ
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